Apagón mental

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España se ha quedado a oscuras, literalmente. Un apagón eléctrico que nos dejó a todos con cara de “¿y ahora qué?”. Y mientras los ciudadanos se quedaban sin electricidad, en Moncloa encendían el ventilador, no para refrescarse, sino para esparcir la culpa.

¿Responsables? Los otros. ¿Causas? Multifactoriales. ¿Explicaciones? Técnicas, complejas, mejor que no preguntes. Pero la verdad es otra y duele más que una factura de la luz en enero: el sistema ha colapsado porque se gobierna con pancartas en lugar de con planos.

No voy a entrar en profundidades tecnológicas, que efectivamente son complejas, y que, por cierto, conozco bien. Todo el que ha querido ya ha podido aprender lo suficiente estos días como para, al menos, tener unas nociones básicas para poder opinar con cierto criterio.

Me voy a centrar en los aspectos políticos, porque España ha sido víctima, para variar, de su propia propaganda. Años de discursos sobre transición ecológica, sostenibilidad y energías renovables… ignorando todos los estudios técnicos y todas las advertencias, porque son de… ¿qué toca esta semana? ah, sí… son de negacionistas.

Porque sí, queridos lectores, el populismo mata. No lo digo de forma eufemística, este apagón ha matado a personas… lo repito, ha muerto gente. Más allá de los problemas técnicos, la causa raíz, la subyacente, el origen de todo, han sido decisiones políticas sectarias que, insisto, han tenido como resultado la muerte de personas, por no hablar de los enormes costes económicos que, al final y como siempre, pagarás tú y pagaré yo.

Demasiada energía renovable, demasiado rápido, sin infraestructura adecuada. Como si te regalan un Ferrari pero sigues conduciendo por caminos de cabras. Y claro, revientas. Pero no te preocupes: la culpa no es del Gobierno, ni de la planificación deficiente, ni de la incompetencia técnica.

Por supuesto, la culpa es del sistema capitalista neoliberal comeniños. Y claro, sale la lista de turno a gritar: “hay que nacionalizar Red Eléctrica Española”. Pero señora, ¡que el estado tiene el capital mayoritario y el control de Redeia! ¡que la política energética de este estado-nación la marca usted! Sí usted, ¿o acaso no es miembro (¿o será miembra?) del gobierno?

A ver, ¿quién es la CEO de Redeia? Beatriz Corredor. ¿Y quién la ha nombrado? Espera que busco… ah, pero si fue nombrada por el gobierno, fíjese que cosas. Bueno, al menos espero que, por el bien del sistema eléctrico nacional, se le haya elegido en base a su extensa experiencia y sabiduría en distribución, generación y operación eléctrica en entornos complejos… Vale, voy a leer su curriculum: “una vez subí el magnetotérmico de mi casa”, ummm, lo veo justito, vamos a buscar algo más: “ministra de vivienda con Zapatero“, casi, ¿algo más?… “militante del PSOE“, coño, empieza por ahí. ¡Contratada! por el módico salario de 546.000 euros al año.

Esto no es una excepción, es el modelo. Un sistema centralizado, ideologizado y absolutamente incompetente. Una mezcla explosiva de sectarismo, dogma y enchufe.

Es lo mismo que hizo Mao con el Gran Salto Adelante: planificación centralizada, objetivos políticos disfrazados de ciencia y una ceguera absoluta ante la realidad técnica. ¿Resultado? Hambruna, muerte y ruina. Aquí no hemos llegado a tanto… aún, pero vamos por buen camino.

Porque cuando las decisiones energéticas no se toman en función de estudios técnicos, sino de relatos políticos; cuando se nombran cargos por militancia en lugar de por mérito; cuando se gestiona una red eléctrica como si fuera un plató de La Sexta… el colapso es inevitable.

Y lo más irónico es que todo esto ocurre en nombre del “progreso”. Un progreso que deja sin electricidad a los ciudadanos, que paraliza trenes y metro, que desconecta fábricas, y que demuestra que la transición energética no es el problema, el problema es que la transición está en manos de burócratas que no sabrían distinguir un kilovatio de un enchufe.

El Gobierno no solo ha fallado en prever el problema, ha fallado en asumirlo. Y como siempre, lo pagamos nosotros, con cortes de luz, con recibos más caros y con discursos vacíos.

Así que no, no solo fue un apagón eléctrico. Fue un apagón mental… y lleva años gestándose.