Patear España: gira nacional del populismo

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Yolanda Díaz ha anunciado, con la solemnidad de quien está a punto de salvar el mundo desde un plató de televisión, que va a “patear España”. Y uno, al leerlo, duda: ¿se refiere a recorrerla o a darle más patadas? Porque lleva años pateándola, pero no con los pies sino con decretazos.

La señora Díaz, esa ministra de peinados inalterables y convicciones innegociables, no representa a casi nadie —literalmente—, pero ocupa una vicepresidencia como quien hereda un cortijo. No la puso ahí el pueblo soberano, la puso el equilibrio precario de un gobierno rehén de sus propios socios. No lidera: ocupa. No persuade: se impone.

Ahora promete recorrer el país para explicar su plan de las 37,5 horas semanales, una idea que suena bien hasta que la piensas cinco minutos. Menos horas, mismo sueldo, más productividad… ummm, suena a capitalismo mágico, versión PowerPoint.

No importa que las pymes estén ya ahogadas en impuestos, regulaciones y cuotas. Lo importante es seguir repartiendo miseria con sonrisa de profesora suplente: que trabajemos todos, pero menos, cobremos lo mismo, aunque la inflación se haya comido el poder adquisitivo, y vivamos felices con menos cosas. Viva el decrecimiento, el zen fiscal, el comunismo cuqui.

Pero el problema no es solo la jornada laboral. El problema es el marco mental. El Estado no como árbitro, sino como patrón. Todo lo que no controle, le molesta. Todo lo que no puede regular, lo prohíbe. Todo lo que funciona sin él, le da miedo.

Y así se gobierna: con intervencionismo de calzador, con leyes hechas a medida del eslogan y con una obsesión por “proteger” que recuerda a esa madre que te abriga en agosto. ¿El resultado? Menos libertad, menos incentivos, más burocracia y, cómo no, más Estado.

En vivienda, la patada ha sido de categoría. Control de precios, amenazas a los propietarios, limitaciones a la compraventa. ¿Consecuencia? Menos viviendas en alquiler, precios disparados, oferta asustada. El típico éxito del socialismo de catálogo: crear un problema, echarle la culpa al mercado y prometer solucionarlo con más Estado.

Y entre decreto y decreto, Yolanda se presenta como una especie de Juana de Arco con Excel. Habla de justicia social como quien recita el rosario. Tiene una mirada mística, de líder espiritual de cooperativa. Pero no defiende a los trabajadores: los usa como peana para su mesianismo.

Para ella, el autónomo es sospechoso, el empresario es un explotador y el mercado una anomalía que debe corregirse por decreto. Y todo esto desde una minoría que haría sonrojar a cualquier político con un poco de pudor. Porque no hay que olvidar que Sumar es un proyecto que nació en un laboratorio sociológico y se mantiene con respiración asistida gracias al miedo del PSOE a perder el poder. Si Yolanda Díaz tiene ministerio es porque otros temen más su silencio que su verbo. No por mérito, sino por chantaje estructural.

Así que sí, va a patear España. Y no es metáfora. Llevamos años con los moratones. Cada nueva medida, una patada. Cada nuevo anuncio, otra coz. La gira del populismo ha empezado. Preparemos las espinilleras.