Democracia regenerada… o degenerada

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Pedro Sánchez ha salido una vez más a escena para decirnos, con esa voz templada de telepredicador, que en sus siete años de gobierno ha «regenerado la democracia». Lo ha dicho sin que se le caigan los calzoncillos al suelo de la risa, lo cual ya es un mérito. Así que, ante semejante acto de contorsionismo verbal, uno no puede sino preguntarse: ¿a qué llama este señor «democracia»? ¿Y qué demonios entiende por «regenerar»? Porque si regenerar es lo que ha hecho, que venga Montesquieu y lo vea. Ah, no, que ya lo mataron.

Empecemos por el principio, o mejor dicho, por el biombo. Allá por 2014, en su primer asalto al poder dentro del PSOE, Pedro se coló por la puerta de atrás… literalmente. Su famosa elección como Secretario General incluyó una urna colocada tras una cortina, como si estuvieran sorteando jamones en una peña flamenca. Aquello olía más a chanchullo que a renovación. Pero ya entonces supimos que lo suyo no era la transparencia, sino la tramoya.

Y de ahí a la Moncloa, a lomos de una moción de censura que prometía limpiar la corrupción… y que acabó aliándose con quienes habían dado un golpe de Estado en Cataluña. ¿Regeneración? No. Más bien una reforma de alcantarillado para que los sumideros de poder tuvieran nuevas cloacas por donde discurrir sin hacer ruido.

¿Queréis más? Dolores Delgado, ministra suya, fue nombrada Fiscal General del Estado con una rapidez que hizo saltar las alarmas de medio país. ¿Independencia judicial? ¡Y una mierda! Es como poner al zorro de portero en el gallinero. Pero no se detuvo ahí. Colocó a Cándido Conde-Pumpido al frente del Tribunal Constitucional, un tipo con carné de simpatizante del PSOE más visible que los galones de un guardia civil. ¿Y qué ha hecho desde entonces? Adecuar la jurisprudencia del tribunal a los caprichos del gobierno, incluyendo una amnistía que hace que la Constitución suene a broma pesada.

Y durante más de cinco años y medio —desde diciembre de 2018 hasta julio de 2024— el Consejo General del Poder Judicial estuvo caducado. Un órgano clave de la arquitectura institucional convertido en mueble de saldo por culpa de los vetos cruzados… y del deseo del Gobierno de que nada cambiara sin su visto bueno. No fue hasta julio de 2024, con la renovación pactada in extremis entre PSOE y PP, que se dignaron a soltar el hueso. ¿Regeneración? No. Agarre del poder hasta dejar marca dental.

Mientras tanto, el BOE ha sido convertido en una ametralladora normativa: 155 decretos ley hasta marzo de 2025. Récord absoluto en democracia. Una herramienta pensada para casos urgentes convertida en atajo permanente para esquivar al Parlamento. Así se gobierna: sin debate, sin control, sin oposición. Como un emperador de opereta rodeado de coristas que aplauden al ritmo que marque la Secretaría de Comunicación.

¿Y qué decir de la Ley Mordaza? Esa ley que prometió derogar con fervor adolescente… y ahí sigue, intacta. Porque prometer es gratis, cumplir es un marrón. Y en esto, Pedro es un maestro del escapismo político: promete reformas que nunca llegan, acuerdos que nunca cumple y diálogos que suenan a monólogo con decorado catalán.

Pero la joya de la corona, el acto supremo de regeneración al revés, es la Ley de Amnistía. Una ley diseñada a medida para contentar a quienes rompieron la ley. Y todo para poder seguir en el sillón. Porque Pedro Sánchez no negocia por convicción, sino por subsistencia. Como los peces abisales, sólo sale a la superficie cuando huele sangre… o votos.

Y entre tanto, cuando los medios críticos le molestan, los llama «máquina del fango», y al que opina distinto lo señala como propagador de bulos. Como si la democracia se regenerara con censores y comisarios ideológicos. Como si el pluralismo fuera un incordio a gestionar.

Así que no, señor presidente. Esto no es regeneración democrática. Esto es una poda de libertades, un trasplante de poder, un injerto de propaganda y un riego por goteo de cinismo.

Y lo peor es que, al final, hay quien se lo cree. Porque si algo ha logrado regenerar Pedro Sánchez, es el arte de la mentira institucionalizada. A la mierda la regeneración. Lo que necesitamos es desinfección y desinsectación fumigando con democracia real y conciencia.